El conejo saltarin

En un lugar muy, muy lejano, donde las montañas tenían un abrigo de nubes, vivía Joaquín el conejo saltarín, sus días transcurrían con tranquilidad entre salto y salto, sus únicas preocupaciones eran comer, dormir y jugar.
Joaquín tenía muchos amigos en el bosque, pero los que siempre estaban con él eran Peluquín un ratoncito gris, Dormilón un oso perezoso y Julieta la cotorra azul. Una mañana de verano Joaquín y sus amigos salieron en dirección al río, el calor los tenía inquietos y deseaban darse un rico baño antes de comenzar a jugar, al llegar a la orilla escucharon una voz y un llanto, el conejo saltarín se detuvo y alzando bien sus orejas buscó el lugar de origen de ese sonido quejumbroso, provenía de un hueco de unos 2 metros de profundidad.

Con cierto temor fueron acercándose y al observar en su interior, encontraron a un pequeño leoncito que había caído en la trampa de un cazador, le hablaron para tranquilizarlo:
– ¿Cómo te llamas y cómo llegaste allí, pregunto Julieta?
– El leoncito les dijo sollozando: soy Centella y estaba jugando cuando de pronto la tierra me tragó
– ¿Dónde está tu mamá? Preguntó Dormilón con su voz lenta y pausada
– Fue a buscar alimento para darme de comer, pero salí de mi cueva y me perdí. Dijo llorando Centella
El conejo saltarín se reunió con sus amigos y les dijo:
– Debemos sacarlo, pero su mamá puede llegar y convertirnos en su almuerzo, ¿Qué hacemos?
– Todos dijeron a una voz
– Hagámoslo de una vez,
Rápidamente la cotorra señaló una rama que estaba en el suelo, y el conejo saltarín comenzó a patearla para hacerla rodar hasta el agujero, allí Dormilón la agarró con sus fuertes manos y la deslizó hasta el fondo. Todos estaban concentrados en la acción y ninguno se percató de la presencia de la mamá leona que estaba a sus espaldas.
Poco a poco Centella fue subiendo por la rama hasta que logró salir del agujero, todos lo abrazaron y el pequeño león disfrutó de por fin de la libertad.
Al ver a la leona los tres amigos se asustaron mucho, ella les dio las gracias y les dijo que de ahora en adelante contaban con su protección en el bosque, había observado todo el rescate y estaba feliz porque su pequeño cachorro Centella estaba a salvo gracias a ellos.
Moraleja: “Haz siempre el bien sin importar quién es el que lo recibe”