El cuervo vanidoso
Érase una vez un cuervo, todo negro. Un día, mientras volaba sobre el bosque, vio hermosos pavos reales en un prado. Luego se detuvo en la rama de un árbol para admirarlos.
Los pavos reales pronto notaron que el cuervo estaba allí posado en la rama mirándolos, y como eran vanidosos, todos giraron con sus colas.
El cuervo, deslumbrado por la belleza de su cola, se fue volando.
Así que fue a reflejarse en el agua del estanque, y se vio tan fea que decidió no volver a mostrarse por vergüenza.
Envidiosa del magnífico comportamiento y las espléndidas plumas de los pavos reales, comenzó a espiarlos todos los días con gran sigilo, desde un árbol un poco más escondido que el anterior.
El cuervo notó entonces que, esparcidas por el césped, había algunas plumas que se habían caído de las colas del pavo real y quedaron allí en el césped. Decidió, por tanto, esperar a la puesta del sol para poder ir a buscarlos en secreto.
Tan pronto como logró reunir cinco, se fue volando y se fue a esconder a un lugar resguardado, donde con un poco de pegamento se los pegó a la cola.
A la mañana siguiente fue a admirar su nueva cola de pavo real en las aguas del estanque, pensando: “Ahora yo también soy tan hermoso como los pavos reales. ¡Iré a mis compañeros cuervos y los haré morir de envidia!”.
El cuervo se dirigió entonces a sus compañeros, quienes, al verlo, realmente comenzaron a morir de envidia. Esa cola con plumas de pavo real era realmente hermosa.
Desafortunadamente, sin embargo, la arrogancia del cuervo no impidió que se burlara de sus compañeros, diciéndoles que eran feos y con las plumas peladas.
Sus compañeros cuervos, enojados como siempre, la ahuyentaron y le dijeron que no la volvieran a ver.
El cuervo se alejó volando y fue a consolarse en la rama del árbol desde donde solía observar a los pavos reales.
Mis compañeros cuervos no me merecen, pensó, mejor vete a vivir con los pavos reales. Como ahora soy tan hermosa como ellos, no tendrán envidia”.
Y así el cuervo voló por el césped entre todos los pavos reales, saludándolos alegremente.
Pero los pavos reales, al ver venir entre ellos a este cuervo calvo, con algunas de sus hermosas plumas pegadas a la cola, robadas quién sabe cuándo, no se lo tomaron muy bien.
Comenzaron a correr tras ella para sacarla del césped e incluso intentaron picotearla. Eventualmente, el cuervo tuvo que tomar vuelo y marcharse.
Humillado y triste, el cuervo se arrancó las plumas de pavo real de la cola, y con la cabeza gacha, volvió junto a sus compañeros cuervos quienes, entre risas y bromas, la acogieron de nuevo entre ellos, porque eran sus viejos amigos.
Moraleja: no debes tratar de parecerte a otra persona, sino apreciarte por lo que eres.