El deseo de Julia
Como todas las tardes de verano, Julia al terminar sus deberes escolares, salía al patio de su casa y se sentaba al pie del viejo árbol de manzanas que hace muchos años había sembrado su querido abuelo, desde allí podía disfrutar la belleza de la pradera, las coloridas flores y el canto de los pájaros.
Aquella tarde del viernes, sentada en su lugar favorito, Julia fue vencida por el cansancio y se quedó dormida, entonces de repente del viejo árbol se desprendió una manzana que cayó directamente en su cabeza, el golpe la asustó y de un tirón se levantó del suelo, fue entonces cuando escuchó una voz profunda y grave que la llamó por su nombre.
-Julia, Julia escúchame, soy tu árbol protector…
Julia con los ojos muy abiertos volteó hacia el árbol, no podía creer lo que oía y veía, en el centro del tronco se observaba claramente un rostro, por un momento creyó que estaba enloqueciendo.
– ¿Por qué en tantos años nunca me has hablado? Dijo Julia.
– La razón es sencilla querida niña, siempre tienes ocupada tu mente con muchas cosas y no podías escucharme, aproveche tu cansancio para llamar tu atención. Siempre he querido que sepas cuanto te quiero, cuando tu abuelito me sembró me dijo que yo debía darte protección y ricas manzanas y eso es lo que he tratado de hacer durante este tiempo. – Habló el manzano.
– Te quiero agradecer las veces que has impedido que me hagan daño, como por ejemplo cuando tu vecinito quiso clavar un cartel en mi tronco y lo evitaste, o aquel día que tu papá pensó en cortarme para construir un gallinero en este sitio, lo convenciste de que utilizara el terreno que está junto a las rocas porque no tendría que talar ningún árbol. Por esto y mucho más estoy en deuda contigo, yo tengo poderes y puedo concederte un deseo, así que piensa que deseas que te regale hoy. Dijo el árbol.
– No es necesario que me regales nada querido árbol, replicó Julia.
– Insisto, fue la respuesta del árbol.
– Bueno, en ese caso mi deseo es que siempre que yo acuda a este lugar estés tú, frondoso y feliz y que en tus ramas los pajaritos sigan construyendo sus nidos y criando a sus hijitos, además nunca dejes de producir esas ricas y dulces manzanas, le dijo amorosamente Julia mientras abrazaba el tronco del manzano.
– El viejo árbol le dijo con voz muy dulce, claro mi niña, siempre estaré aquí para ti.
Han pasado muchos años desde ese día, pero cada vez que Julia se acerca al frondoso manzano, lo encuentra cargado de manzanas y lleno de hermosas aves que cantan para ella.
Moraleja: “Lo más bello e importante se encuentra en la naturaleza que nos rodea”