La cigarra y la hormiga
La cigarra baila y canta mientras la hormiga hace provisiones para el invierno que se avecina… ¿cuál de los dos llegará mejor preparado para el frío?
La moraleja de la historia nos enseña que, si quieres estar preparado para enfrentar tiempos difíciles, ¡primero debes comprometerte!
Érase una vez un verano caluroso y caluroso, y una cigarra a la que no le gustaba sudar ni luchar. Lo único que le gustaba hacer era cantar todo el día.
Debajo de la rama del árbol donde yacía cómodamente la cigarra, pasaba una hormiga, muy ocupada cargando un montón de cosas en su espalda: pedazos de comida, guijarros, palos, etc.
La cigarra, al ver lo sudorosa que estaba la hormiga, comenzó a burlarse de ella:
– Ven aquí conmigo, señora hormiga. Se pone más fresco y mientras descansas, cantamos algunas canciones juntos y, mientras decía esto, comenzó a cantar.
– Muchas gracias por la invitación, señora cigarra, pero estoy muy ocupada guardando provisiones para el invierno y arreglando mi casita para resguardarme del frío cuando venga – y al decir eso siguió yendo y viniendo durante el prado, ocupado.
– Pero el verano aún es largo – prosiguió la cigarra – y el invierno todavía está lejos. ¡No te preocupes ahora, habrá tiempo más tarde para guardar los suministros!
La hormiga sacudió un poco la cabeza y continuó su trabajo sin desanimarse, sin prestar más atención a la cigarra.
– Haz lo que quieras, mi hormiga. Mientras tanto, disfruto este maravilloso día quedándome aquí relajado para descansar – y la cigarra reanudó su canto.
Pero los días y luego los meses pasaron rápido, y aquí, puntualmente, llegó el invierno, con sus fríos y sus hielos.
La cigarra deambulaba por los campos y prados, luchando como podía, recogiendo algo para comer aquí y allá y resguardándose del frío dondequiera que pasara.
Deambulando, una tarde en que la oscuridad había caído muy temprano, se encontró con una pequeña casa con una ventana iluminada. La cigarra tenía tanta hambre y tanto frío que llamó a la puerta.
La puerta se abrió y salió la hormiga. Esa era su casita construida con dificultad durante todo el verano, desde adentro se podía sentir un agradable calorcito y un olor muy apetecible a comida.
– Buenas noches señora cigarra, ¿qué la trae por aquí?
– Buenas noches señora hormiga – respondió la cigarra con frío, temblando en el abrigo ligero que llevaba puesto. – Tengo frío, tengo hambre y no tengo techo para pasar la noche.
La hormiga miró a la cigarra con compasión.
– Ah señora cigarra, como bien recuerdo los calurosos días de verano cuando, mientras yo luchaba por guardar provisiones y construir una casa, tú, bendita en tu rama al fresco y la sombra, cantabas, cantabas y cantabas… Bueno, hagamos así: entra, esta vez te ayudaré y te daré algo de comer y una cama para dormir. Pero me prometes que el próximo verano me ayudarás a conseguir algunas provisiones.
La cigarra, habiendo aprendido la lección, prometió que sería buena y agradeció de corazón a la hormiga por la ayuda.
Moraleja: el que nada hace, nada consigue, por eso hay que comprometerse.